"Nadie la conocerá fuera de mi patria. No existe sino en estas orillas antárticas. Se llama chahual (Puya chilensis). Esta planta ancestral fue adorada por los araucanos. Ya el antiguo Arauco no existe. La sangre, la muerte, el tiempo y luego el arpa épica de Ercilla cerraron la antigua historia: la tribu de arcilla que despertó bruscamente de la geología y salió a defender la tierra patria contra los invasores. Al ver surgir sus flores otra vez, sobre signos de oscuros muertos, sobre capas y capas de sangriento olvido, creo que el pasado de la tierra florece contra lo que somos ahora. Sólo la tierra continúa siendo, defendiendo su esencia.
Photo M. Teresa Eyzaguirre, Fundación Philippi |
Es una bromeliácea de hojas agudas y aserradas. Irrumpe en los caminos como un incendio
verde, acumulando en una panoplia sus misteriosas espadas de esmeralda. Pero, de pronto, una sola flor colosal, un
racimo le nace de la cintura, una inmensa rosa verde de la altura de un hombre. Esta señera flor, compuesta por una
muchedumbre de florecillas que se agrupan en una sola catedral verde, coronada
por el polen de oro, resplandece a la luz del mar. Es la única inmensa flor verde que he visto,
el solitario monumento a la ola."
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