Hallazgo
del palmar
Me
hallé la mancha de palmeras.
Reina
tan dulce no me sabía.
A
la Minerva del pagano
o
a la Virgen se parecían.
Les
dieron el mayor cielo
-de
verlas tan dignas sería-
Les
regalaron los veranos
y
ramos de Epifanía;
y
les dijeron que alimentasen
al
Oriente y la raza mía.
Yo
les gozaba, les gozaba
los
cogollos de su alegría.
-Denme
el agua fina, les dije
y
la miel de mi regalía
y
la cuerda que dicen recia
y
la cera que llaman pía,
(el
agua de otro bautismo,
la
miel para amargo día,
la
cuerda de atar las fieras,
las
ceras de mi agonía,
que
me puedo morir de noche
y
el alto cirio llega al día ... ).
Yo
les hablaba como a madres
y
el corazón se me fundía.
Yo
me abrazaba a las cuelludas
y
las cuelludas me cubrían.
Las
palmeras en el calor
eran
géiseres de agua viva;
se
mecían sobre mi cuerpo
y
con mi alma se mecían.
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